jueves, 16 de septiembre de 2010

Gatos y perros


Cuando murió mi madre, yo vivía en España y mis hermanas y yo heredamos la casa de La Floresta, donde pasamos todos los veranos desde niñas. La casa es un chalet típico de los años cuarenta o cincuenta, con techo de tejas, pisos de piedra laja y un porche grande rodeado de hortensias. Bajo los pinos del jardín hay una hamaca y unas sillas de hierro oxidado, con almohadones de lona rayada. Cuando llueve, la humedad queda atrapada en la pinocha y engendra hongos como hijos, o tal vez como memoria de la lluvia, aun cuando los días hayan vuelto a ser radiantes y los pinos esparzan ese olor de verano.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Contenta de haber perdido

Durante el verano pasado terminé un libro de cuentos y, en marzo, lo presenté al XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”, uno de los más prestigiosos del Uruguay, con un jurado exigente. Muchos de los cuentos surgieron de los textos del taller de escritura que publico aquí.