lunes, 6 de junio de 2011

La vaca que cayó del cielo

Esto no es un cuento, sino una especie de divertimento que escribí porque no se me ocurría nada. También le tomo un poco el pelo a unos de los profes del taller.


Frente al puesto de los quesos, camuflado en un chiringuito de ropa, Sergio vende cigarros de contrabando en la feria de los domingos, a la vuelta de casa. Hace años que le compro y él me guarda los Fiesta aunque se me peguen las sábanas y vaya a la feria cuando están desarmando los puestos y quedan cuatro zanahorias y dos tomates abollados en el puesto de verduras.
Ayer, mientras me buscaba los cigarros debajo de una pila de suéteres espantosos, llenos de bordados, encajes y lentejuelas a un precio irrisorio, apareció una empleada nueva y le dijo:
—¿Supiste lo de los chinos que iban en un barco y se les cayó una vaca del cielo?
Yo me estaba despidiendo para sacar número en los quesos, pero me dio curiosidad la vaca aérea. Sergio se reía de la empleada nueva, creo que ella hablaba mucho y lo debía de tener medio paspado.
—Es cierto —dijo la vendedora—. Cayó la vaca del cielo, mismo, y les agujereó el barco. Cuando los rescataron, nadie les creía y, los metieron en un psiquiátrico. Pero como las versiones de todos eran idénticas, se pusieron a investigar y era verdad: los yanquis estaban robando ganado y, como en el avión a una de las vacas vino la enfermedad esa de la vaca loca, las tiraron al agua. Mirá que hay que tener yeta, ¿no?
—Sí, la verdad —comenté, y me fui comprar el Colonia a ciento cincuenta y nueve pesos y el Dambo a ciento ochenta y nueve. Sólo en la feria se consiguen esos precios. El puesto de los quesos está siempre atiborrado de gente y, mientras esperaba, como tenía que escribir un cuento para hoy y no tenía la menor idea de lo que iba a hacer, me dio por pensar que una vaca que cae del cielo es un comienzo espléndido para un relato, tan espléndido como para satisfacer hasta a Carlos María Domínguez.
Así que cuando llegué a mi casa puse en el Google: “vaca que cayó del cielo”. Y sí, había un par de noticias del 2008 en Clarín y en La Nación, que recogían un cable sobre un hecho ocurrido quince años atrás en aguas rusas, al norte de Japón. La historia de la feriante era casi exacta, salvo que el barco de los chinos era, en realidad, un pesquero japonés y la vaca había caído en aguas rusas. Los yanquis, por supuesto, no venían a cuento: se trataba de una mafia de cuatreros rusos y efectivamente algo había ocurrido con las vacas en el avión, y antes de arriesgarse a un accidente aéreo, las habían arrojado al mar.
Estaba de lo más entusiasmada y mi hijo Pablo me echó un balde de agua fría al decirme que el suceso era súper conocido y se usaba como ejemplo de las increíbles arbitrariedades del azar. Mi hija Ceci estaba conectada, le mandé el link por chat, y me dijo que estaba para la pavada, que esa noticia era archisabida y que tenía que actualizarme un poco.
Y entonces vi lo de Un Cuento Chino, la película de Darín que había visto promocionar, no sé si en televisión, en algún portal de internet o en un cine, aunque esto último es casi imposible porque hace siglos que no voy al cine. Resulta que la película empieza cuando el personaje que encarna Darín se relaciona, en Buenos Aires, con un chino que perdió a su novia, años atrás, en un accidente producido por una vaca que cayó del cielo. “Una película que comienza con un hecho absurdo” decía una de las reseñas. De modo que el cuento chino de la película era el cuento que había oído de la empleada de Sergio hacía un ratito, y era un pretexto para un comienzo de película con enganche. No hay quien se resista a una vaca que cae del cielo.
El hecho es que no puedo escribir el cuento, primero porque no sé cómo seguirlo y segundo porque hasta película tiene. Y Carlos María Domínguez ¿qué va a pensar de mí? ¿Otra vez con lugares comunes? ¿Qué clase de escritora soy, que no se me ocurre nada —y cuando se me ocurre, ya me plagió otro la idea? No hay caso, dice Rosa Montero que la loca de la casa, que es la imaginación, no para de tramar historias. A mí me pasa lo contrario, será que no tengo imaginación. Me consuela Bolaño, que dice que, para escribir, lo que hay que tener es memoria, porque escribir se trata de combinar recuerdos.
Y esta es la historia de por qué no escribí nada para el taller del miércoles. No tiene vuelta de tuerca, no hay conflicto, termina espantoso pero, eso sí, tiene un comienzo irresistible. Para mí.

4 comentarios:

Pablo M. dijo...

¿Carlos María Domínguez es tu profesor? Guau! Vi que tiene más premios que novelas... Otro para agregar a la lista de los aún no leídos.
Ahora, ¿de verdad siempre te ganan de mano los directores de cine? No es tu culpa después de todo.
Conclusión: A escibir tu versión de los hechos! Y es que a veces la realidad es tan aburrida...
P/D: No obstante Lovecraft escribió páginas terribles con cosas que caían del cielo; tampoco hay que confiarse de los buenos comienzos.

Gloria Algorta dijo...

Sí, es uno de los 2 profes, pero sólo a partir de este año y, aunque te parezca mentira, sólo leí una novela de él (La Costa Ciega) que me encantó. Tengo pendientes otras, como La Casa de Papel y Tres Muescas en mi Carabina. Ahora tengo lectura para rato porque me enganché con La Montaña Mágica (Thomas Mann)...
En cuanto a que me ganan de mano los directores de cine, es cierto, me pasó dos veces! El cuento del viñedo es posible que lo reflote, ya hace muchos años de la película.
Lo de un buen comienzo es porque justo hablamos en el taller de los buenos comienzos, y la consigna era escribir algo que en la primera página tuviera algo que enganchara al lector. Esa consigna pretendí seguirla en Discreto Encanto.
¡Qué bueno es tener un interlocutor como vos! Pero no te sientas obligado ¿eh?

Pablo M. dijo...

“Creo que la frase lectura obligatoria es un contrasentido, la lectura no debe ser obligatoria… Yo he sido profesor de literatura inglesa durante veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y siempre les aconsejé a mis estudiantes: si un libro los aburre, déjenlo, no lo lean porque es famoso, no lean un libro porque es moderno, no lean un libro porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo… ese libro no ha sido escrito para ustedes..."
No sé si eso te dice algo... (Por algo estoy acá, che!)

Gloria Algorta dijo...

Sí, perdón. Olvidé que nos conocimos cuando yo asistía a tus clases magistrales. Qué tiempos aquellos...