jueves, 28 de abril de 2011

Novedades del Taller de Escritura

Es un lugar común en Uruguay decir que, después del ocio del verano, el país se pone en marcha recién con la llegada del último ciclista (en semana santa se corre la vuelta ciclista). Felices los que pueden ponerse en marcha recién después de semana santa, pero no son muchos. Son tiempos de andar a mil y el ocio o el andar a media máquina están muy mal vistos. Yo cada vez estoy más de acuerdo con el “elogio de la lentitud” (libro que vi por ahí, no lo leí).

El taller empezó este año a principios de abril con varias novedades. Tres de las cuatro mujeres que habíamos quedado en el grupo de los lunes nos pasamos al del miércoles y ahora somos unos diez y bien heterogéneos. Rosario se asoció con el escritor Carlos María Domínguez, ya que Liscano nos abandonó cuando lo nombraron primero subsecretario de Cultura y después director de la Biblioteca Nacional.

Leí un solo libro de Domínguez, La Costa Ciega, y me encantó.  Es una novela con una estructura muy complicada, con varias historias simultáneas cuya relación se va intuyendo pero se revela solo al final, con personajes entrañables y complejos como una chica que se llama Camboya (y este extraño nombre es el primer gancho del libro), un veterano enamorado y una treintañera que creció recluida en un pueblo y que resulta ser… bueno, no voy a contar el final. El telón de fondo de esa composición difícil, atrapante y bien lograda, lo conforman la historia reciente y las heridas aún abiertas de las dictaduras del cono sur.

Domínguez y Rosario son muy distintos. Él es más teórico y general y ella se enfoca más en los detalles, lee los textos con lupa. Creo que los aportes de los dos nos aportan mucho. Por un lado extraño la amistad que llegamos a tener cuatro talleristas y una docente. Por otro, sé que está bueno que seamos más, que nos nutramos con las experiencias de compañeros nuevos y de un nuevo profe. Creo que todavía estamos todos acomodando el cuerpo a los cambios, o a lo mejor soy yo la que demoro en acomodarme porque, a medida que me hago vieja, la resistencia a los cambios es más grande.

Esto es todo por hoy. Sólo para avisar a la multitud de lectores de este blog que empezaré de nuevo a subir algunos textos del taller, aquellos que no queden de entrada como cuentos redonditos. Esas mil cosas que uno escribe para guardar en un cajón y un buen día, a veces años después, resulta que sirven para rescatar un personaje, una historia, una situación o un par de frases.

1 comentario:

Pablo M. dijo...

Bueno che, me alegro que estés de vuelta con más material.
Firmado: Uno de la multitud.