miércoles, 3 de junio de 2009

Alzheimer

Esta vez nos hicieron trampa los profes. Tuvimos que escribir un monólogo interior del personaje que habíamos descrito. Yo había escrito sobre mi padre, que tiene Alzheimer. Fue difícil inventar el monólogo -en todos los sentidos- y quedó bastante sofocante.
Debe ser sábado porque están todos y hay copetín. No sé quién es ese muchacho. Sí, es Ignacio, no sé si es hijo de Laura o de Cristina. De Titi no es, las hijas de Titi sé cuáles son. Está puesta la mesa, voy a almorzar. Qué difícil es levantarme, si no me ayudan no puedo. Dicen que no, que espere un poquito porque falta que llegue Martín. Todos hablan, no me interesa lo que dicen. El tiempo pasa lento. Antes yo hacía cosas en la computadora. Les escribía a mis hijos, creo, y hacía cosas de arquitecto. ¿Qué más hacía? Jugaba a algo. Ahora la computadora no funciona, cuando viene el técnico no la arregla. Me deja todo diferente y no encuentro nada. Me esconden las cosas. No sé dónde están mis llaves, ni mi plata. No puedo ir a pagar las cuentas y jugar un cinco de oro. Es porque tengo problemas de memoria, por eso no me dejan salir. Quiero ir al baño. Nadie me ayuda a levantarme. Ahí viene esa gorda tarada. También me escondieron el bastón. Sólo Titi me lo da, cuando salimos a pasear en el auto y vamos a buscar a las nenas al colegio. Estoy otra vez sentado en el living. Me estoy levantando para agarrar un pedazo de queso. Me alcanzan uno. Yo quería del otro, de ese que se unta en una galletita. ¿Dónde está Carmen? Ah, está acá sentada. Carmen era preciosa cuando nos casamos, ahora es mucho más joven que yo y no tiene problemas de memoria. ¿Cuándo comemos?, le pregunto. Dice que falta Martín, que espere un poquito. Ya esperé. ¿Quién es Martín? Le digo a Carmen que quiero comer. Acá está Martín, este nene que trae es mi biznieto. Se trepa al sillón y me da un beso. Es lindo y gracioso, lo abrazo. Los quiero mucho a todos. Sobre todo a Carmen. Pero no entiendo de qué hablan. Antes entendía. Así que esto es la vejez. Está la comida. Me ayudan a sentarme en la cabecera. A mí me dan otra comida, siempre es como un puré. La gorda culona se sienta al lado mío y me agarra la mano para que no coma rápido. Trague señor, me dice, espere un poquito. Esperar, esperar, siempre hay que esperar un poquito. Me paso esperando un poquito. Me da los remedios. Tomo nueve remedios. Cuando me encontré con Taco Larreta en el Británico me dijo que tomaba once. Ya terminé, se llevaron mi plato. Quiero que me sirvan carne con papas y boniatos. Me dicen que ya comí. ¿Ya comí? No me acuerdo. Si ya comí, me voy a lavar los dientes y a dormir la siesta. La gorda viene conmigo. Me lavo los dientes, me acuesto. La gorda no me pone el pijama. Ah, es que es la siesta. Ya dormí. Me levanto. La gorda me acompaña al living. Qué lejos es el living. Están todos comiendo. ¿Es sábado? Quiero que me sirvan el almuerzo. ¿Ya dormiste la siesta?, me preguntan. No sé de qué se ríen, pero yo también me río. Se levantan de la mesa porque van a tomar el café al living. Parece que ya almorcé. Si ya almorcé, me voy a lavar los dientes y a dormir la siesta. Me dicen que espere un poquito, que tome el café con todos. No quiero, quiero ir a dormir la siesta. La gorda no me deja en paz, siempre agarrándome el brazo. Todos me abrazan y me dicen que duerma bien. Los quiero mucho a todos. Ellos también me quieren y son buenos conmigo. Me despierto. Carmen está durmiendo. Hay silencio. Ahora no está la gorda culona, vino la rubia. Le digo que me sirva el desayuno y me traiga el diario. Me dice que es de tarde, que la señora todavía está durmiendo la siesta. Que espere un poquito para tomar el té con ella. Otra vez esperar un poquito. Será que esto es la vejez. Esperar un poquito. Qué largo es el tiempo.

No hay comentarios: